jueves, 29 de enero de 2009

IT´S AMAZING ALL THAT YOU CAN DO




Son las 10 de la mañana. En 2 horas sale mi vuelo. Y aún estamos en el coche de Sandra intentando superar la caravana que se ha formado camino al aeropuerto. Intento llamar a Laura para decirle que me retrasaré, como siempre. Llego a tiempo, pero lo imprevisto nos acecha.

Vuelo cancelado. Fuimos las únicas en una lista de 200 pasajeros a las que olvidaron llamar. Hasta las 5 de la tarde no sale el siguiente vuelo. La espera es una agonía porque desde que me levanté está mañana los nervios me derrotan. Pero no estoy sola. Laura es y será mi compañera de fatigas durante mucho tiempo. Al menos me alivia no haber tenido que pagar 100 euros más de sobrepeso, pero cabe recordar que lo que pretendo es hacer una vida, no visitar la ciudad.

Después de que Lau despidiese a sus padres y a Pepa, yo lo hice con Sandra, Mamen y Santi. Pienso: como me gustaría que vinieseis conmigo; pero no, esto tengo que hacerlo sola, tengo que comerme Londres porque ha sido mi sueño desde que tenía 13 años, cuando me dedicaba a ver la MTV británica y la BBC.

Durante horas permanecemos sentadas en la cafetería, en la zona de fumadores, hay que sofocar el mono del tabaco. Así que en mitad del humo y la fatiga que conlleva cualquier espera, pasamos nuestras últimas horas en la Península. Charlamos de cosas varias y hacemos 101 llamadas a nuestros amigos y familiares contándoles las últimas novedades de aeropuerto.

Hora de la partida. Nos embarcamos a lo desconocido.

Es de noche cuando Londres nos acoge, así que apenas podemos verle la cara desde lo alto. Ponemos pie en suelo inglés cuando lo que nos parece es chino. Recogida de maletas y búsqueda de trenes porque estamos lejos muy lejos de lo que viene siendo el centro de la gran metrópoli europea del pasado y del presente. Las máquinas nos engañan y se apoderan de nuestras primeras 16 libras. Esto será un continuo a partir de ese momento. Se llamaba Gatwick Express y nunca más lo volveremos a coger.

Victoria Station. Una cara que me resulta conocidisima. Es mi Toño!!! Nos esperaba desde hace horas. Nos ayuda con las maletas porque 30 kilos nunca fue moco de pavo para nadie. Intenta explicarnos como ingeniárselas en el confuso metro de Londres. Hacemos caso omiso porque no estamos para pensar demasiado.

Una parada, para nosotras inolvidable. Se llama Kensal Green y será nuestra primera casa de acogida durante algunas semanas. Unos italianos nos echan una mano con las que nos parecían las eternas escaleras de la parada. Nos espera un recepcionista que forma parte del variopinto conjunto de personajes que a partir de este momento nos tocará conocer y por supuesto, aguantar. El último esfuerzo: cuatro pisos de escaleras y la habitación 408.

Hay 2 literas, una ducha, un lavabo. Todo hecho un desastre. Compartimos habitación, mierda. Toño se marcha, nos deja, nos abandona en mitad del peligro. Demasiado agotadas para pensar en ello. Vamos a dormir que mañana será otro día...

Y fue otro día. No hubo suerte y casi nos sentíamos las más desgraciadas del planeta. Hasta que un buen día, sin apenas darnos cuenta todo eso cambió. Y en cierto modo, mejoró.

De todo esto hace un año. Sí, a veces me sigo retrasando, fumo casi más que antes, los nervios a veces me descomponen en pedazos, Londres es quien me ha comido a mi y Lau sigue estando a mi lado. Sinceramente, me ha costado sangre, sudor y lágrimas llegar hasta este punto, pero lo he conseguido, lo hemos conseguido Lau y eso, ni nada ni nadie nos lo va a arrebatar.

pAT